Una reflexión y revelación por parte de un colaborador anónimo
Hace unos años, el líder de una asociación civil me hizo una pregunta y, recuerdo que con ella, me vino una reflexión; al verme derrotado en una candidatura -no por mi falta de capacidad, si no, por una traición- se acercó mirándome y proyectando con sus ojos un cuestionamiento. Caminando hacia mi, preguntó: "¿De que institución política es usted señor?
Estaba en el suelo y pensé ¿De que institución política soy?
Después de un instante de recapacitar me levanté, miré a esa persona como si tuviera derecho a juzgarme, tomé aire y al fin respondí.
<<Vengo de una institución muy antigua, más que usted y yo, a la que se le atribuyen victorias en las urnas por mayorías aplastantes, forjada con sangre, y sí, sangre de personas valientes, pensantes, que dieron su vida por querer cambiar la estructura política de este país. Efectivamente, esta institución fue la culpable de ese derramamiento, ella y el aborrecible interés personal de sus dirigentes, que asesinaron a personas por considerarlas hostiles al bien común. Forjaron la institución de sangre, la forjaron de traición.
>>Vengo de una institución que olvida a sus votantes, de un partido que vela por los intereses, pero los propios, que se dice nueva, renovado, institución de mentira, infestada de aduladores que se pelean el ascenso al poder, cuyos dirigentes han sido como dioses para los ciudadanos, ya que tienen el derecho de conceder o quitar la vida, el derecho de dar alimentos o retirarlos, de asesinar a ignorantes, de martirizarlos y deslumbrar con sus hazañas falsas. Hablo de una institución que se cree dueña de la tierra mexicana, que extiende su marco jurídico a propio antojo, que manipula los medios de comunicación. La institución de los silenciadores, silenciados y demás seguidores.
Soy hijo de la revolución Mexicana...
Soy hijo de la revolución Mexicana...
Soy hijo de la gran farsa.
-Por Anónimo
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