Tercera Parte
Las puertas de la muerte no son como muchos creerían que son. Quizás
hechas con huesos humanos o de un metal frio y siniestro. No, a la muerte le
gustaba la caoba; eso sí, sus puertas eran impenetrables. Eran muy grandes,
probablemente de cincuenta treinta metros de altura por diez de ancho. Ubicadas
en aquel lugar a donde los hombres temen ir, solos. Pero en vista de la gran
multitud - millones tal vez - que miedo iban a sentir.
Tocaron una vez y no
escucharon respuesta; tocaron nuevamente y no se escuchó nada; tercera vez
resonaron los golpeteos de la gente en la puerta y no hubo respuesta. La
muchedumbre gritaba, ¡Tiren las puertas!, mas nadie sabía cómo. Creían que
abalanzándose hacia ésta terminaría cediendo y podrían pasar, pero esa no era
una puerta cualquiera, quién sabe con que se encontrarían adentro, sin
mencionar el hecho de la mítica resistencia, la cual evitaba que cualquier cosa
viva pudiese traspasarla.
Estaban a punto de linchar a la persona de la brillante idea
de traer a una enorme masa de gente a las puertas de la muerte sin la más
remota idea de cómo abrirlas cuando éste, viendo su próxima entrada a estas
puertas grito:
-¡No lo hagan! Ya sé como abrirlas – mandó
callar a todos y dijo con voz moderada - Disculpa Muerte, podrías abrirnos.
Súbitamente la Muerte traspasó la puerta y
le dijo: ¡No!
Todos quedaron impactados con la figura de
la muerte - nada interesante su aspecto, era el típico saco de huesos tan
parodiado y ridiculizado de toda la vida - por el hecho de que se hubiese
dignado a aparecerse ante todos.
-¿Por qué no? - preguntó tristemente
Alguien.
-Porque ya se a lo que vinieron; quieren
revivir a su ídolo, a ese Manuel Márquez Valladares, y eso no pasará jamás. La
muerte es lo que les llega a todos - respondió enojada la Muerte - Les guste o
no, es el orden natural de las cosas, a si ha sido siempre y has será por toda
la eternidad.
-Entonces tiraremos la puerta - gritaban
Todos.
-Adelante idiotas, háganlo - decía la
Muerte mientras reía- Todos los demonios y seres obscuros saldrán junto
con todos los condenados del infierno. Y
en lo respectivo a su amado Márquez, él no se irá de donde está. Saben la
razón; el cielo es mucho mejor que estar aquí; nadie que esté en el cielo
vendrá a ayudarlos. En cambio los seres que habitan el infierno estarán más que
contentos de estar libres nuevamente. El sufrimiento eterno en la tierra es lo
que les espera si tumban mis puertas.
Todos estaban tremendamente enojados con
Alguien, ese tonto que sugirió tan terrible idea. Sin embargo, Todos aman
culpar a Alguien de su respectiva estupidez, y Nadie, nunca asume su
responsabilidad.
Justo cuando estaban a punto de lanzarse a
despedazar a Alguien la Muerte interrumpió gritando:
-¡Alto!,
¡Acepto!, ¡Les regresaré a su amado Márquez! Cuando acabo de decir eso, la
Muerte con una sonrisa de “oreja a oreja” se elevo sobre la multitud y les dijo
en voz alta, para que se escuchase perfectamente lo que les iba a decir - Os
devuelvo a su amado señor con la condición de que una persona debe sacrificarse
para que el pueda vivir…un día. Por cada persona que se sacrifique él obtendrá
un día más de vida.
Todos quedaron silenciados y pensaron que
habían sido estafados.
-Por Augusto Montero
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