domingo, 6 de julio de 2014

La Injusticia de la Muerte III


Tercera Parte

Las puertas de la muerte no son como muchos creerían que son. Quizás hechas con huesos humanos o de un metal frio y siniestro. No, a la muerte le gustaba la caoba; eso sí, sus puertas eran impenetrables. Eran muy grandes, probablemente de cincuenta treinta metros de altura por diez de ancho. Ubicadas en aquel lugar a donde los hombres temen ir, solos. Pero en vista de la gran multitud - millones tal vez - que miedo iban a sentir.

   Tocaron una vez y no escucharon respuesta; tocaron nuevamente y no se escuchó nada; tercera vez resonaron los golpeteos de la gente en la puerta y no hubo respuesta. La muchedumbre gritaba, ¡Tiren las puertas!, mas nadie sabía cómo. Creían que abalanzándose hacia ésta terminaría cediendo y podrían pasar, pero esa no era una puerta cualquiera, quién sabe con que se encontrarían adentro, sin mencionar el hecho de la mítica resistencia, la cual evitaba que cualquier cosa viva pudiese traspasarla.

   Estaban a punto  de linchar a la persona de la brillante idea de traer a una enorme masa de gente a las puertas de la muerte sin la más remota idea de cómo abrirlas cuando éste, viendo su próxima entrada a estas puertas grito:

-¡No lo hagan! Ya sé como abrirlas – mandó callar a todos y dijo con voz moderada - Disculpa Muerte, podrías abrirnos.

   Súbitamente la Muerte traspasó la puerta y le dijo: ¡No!

   Todos quedaron impactados con la figura de la muerte - nada interesante su aspecto, era el típico saco de huesos tan parodiado y ridiculizado de toda la vida - por el hecho de que se hubiese dignado a aparecerse ante todos.

-¿Por qué no? - preguntó tristemente Alguien.  
-Porque ya se a lo que vinieron; quieren revivir a su ídolo, a ese Manuel Márquez Valladares, y eso no pasará jamás. La muerte es lo que les llega a todos - respondió enojada la Muerte - Les guste o no, es el orden natural de las cosas, a si ha sido siempre y has será por toda la eternidad.

-Entonces tiraremos la puerta - gritaban Todos.
-Adelante idiotas, háganlo - decía la Muerte mientras reía- Todos los demonios y seres obscuros saldrán junto con  todos los condenados del infierno. Y en lo respectivo a su amado Márquez, él no se irá de donde está. Saben la razón; el cielo es mucho mejor que estar aquí; nadie que esté en el cielo vendrá a ayudarlos. En cambio los seres que habitan el infierno estarán más que contentos de estar libres nuevamente. El sufrimiento eterno en la tierra es lo que les espera si tumban mis puertas.

   Todos estaban tremendamente enojados con Alguien, ese tonto que sugirió tan terrible idea. Sin embargo, Todos aman culpar a Alguien de su respectiva estupidez, y Nadie, nunca asume su responsabilidad.

   Justo cuando estaban a punto de lanzarse a despedazar a Alguien la Muerte interrumpió gritando:

-¡Alto!, ¡Acepto!, ¡Les regresaré a su amado Márquez! Cuando acabo de decir eso, la Muerte con una sonrisa de “oreja a oreja” se elevo sobre la multitud y les dijo en voz alta, para que se escuchase perfectamente lo que les iba a decir - Os devuelvo a su amado señor con la condición de que una persona debe sacrificarse para que el pueda vivir…un día. Por cada persona que se sacrifique él obtendrá un día más de vida.

   Todos quedaron silenciados y pensaron que habían sido estafados.

-Por Augusto Montero

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