La defensa de una expresión más presente que nunca en nuestras vidas.
I
En un principio, el tiempo. Hablo entonces
de un límite impuesto, de un paso, de un terreno. Te miro a los ojos, y
tiemblo. Es momento. La figura descarnada, sin piel ni huesos. Solo antaño.
Solo la mira inmaterial de un fusil apuntando a tu pecho. Así huele el futuro.
II
Viene a mí la amada vida, retozando en
carne y blanda, blanca grasa. Formas que suspiran bajo la piel de plata, de
curtida vanidad que se empeña en retratarse vulgarmente en un espejo. Dirían en
otro tiempo que roba el alma ese relámpago instantáneo, quemando el rojo de la
sangre y la melanina.
III
Hecho ya el retrato, hecha forma el
instante, convertido en pasado el momento, aprisionado, aletargado, en una
combinación de pigmentos electrónicos, microscópicos e inmortales, se piensa en
la trascendencia. Elegiste no ser magia, robarle la abstracción al tiempo. Que
en un principio fue límite impuesto. De un paso. De un terreno. De un fusil que
todavía apunta al pecho.
IV
Pero sigue a salvo la fotografía.
-Por Gerardo J. García
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