domingo, 1 de junio de 2014

La Píldora

El hombre que estuvo a punto de cambiar el rumbo de la humanidad

Hola, soy el doctor Edgar Jiménez y les voy a decir un pequeño secreto, que dentro de muy poco tiempo ya no lo será: Soy un genio. Y ¿Saben por qué se los digo? Por qué he logrado crear una píldora capaz de suprimir las emociones humanas. Éstas son absolutamente todas las que se imaginen: felicidad, tristeza, ira, odio, envidia, depresión, temor, etc. Puede que tenga algún efecto secundario y, aunque no estoy seguro cual sea, no importa realmente. Es más, se podría decir que mi píldora hace que te deje de importar todo una vez que ha surtido efecto, todo en la vida parece ya no importarte.

   Tardé 20 años en crearla, pero al final lo logré. Lamento contarles que no les puedo decir los componentes o la fórmula para su creación, puesto que no puedo permitir que me roben la idea. Lo que sí puedo decirles son las increíbles ventajas que traerá al ejército, la policía e, incluso, al ciudadano común y corriente. Puede que también traiga beneficios a la industria del terrorismo y al crimen organizado. Pero esas futuras muertes humanas son detalles insignificantes si comparamos los grandes beneficios económicos que traerán al mundo y en especial a mí persona.

   Claro que antes de mostrarle mi invento al mundo tuve que probar su efectividad. Así que, cómo buen científico que soy, la probé en mi persona. Tras ingerir la píldora tuvieron que pasar unos 30 minutos para que hiciera efecto. Me sentía totalmente indiferente respecto a las vulgares emociones humanas que nos han frenado en la búsqueda de la superioridad, sin mencionar que, si dispensáramos de ellas, la humanidad alcanzaría un gran esplendor. Para comprobar que había perdido al 100% mis sentimientos, inicié un incendio desde mi laboratorio (el cual se encontraba en el sótano de la casa), regando gasolina por todo éste y tirando al suelo un fósforo encendido, lo cual provocó que en poco menos de 5 minutos se incendiara mi casa, junto con mi esposa y mis dos hijas. Lamentablemente, al incendiar mi laboratorio no obtuve nada que comprobara la existencia de mi píldora supresora de emociones. Por lo tanto, ya no existen las pruebas que comprueben mi invento.

  Ahora me encuentro en un manicomio, preso por mi triple asesinato. Los policías se negaron a creer mi historia, aun cuando yo argumenté que no podía ser responsable de mis actos, puesto que estaba bajo la influencia de mi nueva droga. Los doctores del psicólogo también se negaron a creer mi historia, por lo que nunca podré sacar a la luz mi invento, y ya no podré salvar a la humanidad de sí misma, de sus estorbosas emociones.

   Al parecer permaneceré en éste lugar el resto de mi vida, ya que todo el mundo creé que estoy loco ¿Pero saben algo? A pesar de que el trabajo de mi vida se destruyó en un incendio que yo mismo provoqué, no obstante de que los seres que más amaba en mi vida habían muerto gracias a mí, de que pasaré el resto de mi existencia en un hospital psiquiátrico, pues creen que sufro de demencia y de que tal parece que en contra de mi pronóstico nunca seré reconocido cómo lo que realmente soy: un verdadero genio, parece ser que todo lo que acabo de mencionar, simplemente no me importa. En fin, que puedo decir, si realmente no siento nada.

-Por Augusto Montero

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